La salud mental, que tantas veces se menciona ser tan importante como la salud física, es no solo cuestión de ir al psicólogo o psiquiatra, es una cuestión de educación familiar. Es importante aprender dentro de la familia a hablar sobre este tema, educar sobre las emociones, sobre lo natural que es sentir enojo, alegría, envidia, rabia… emociones que despiertan sentimientos de venganza, de competencia… y que alimentan nuestras motivaciones, ilusiones, sueños y planes a futuro.
Es por ello que dentro de la familia es donde aquella trillada pregunta, que se piensa se hace siempre en terapia, debe existir: ¿y qué te hace sentir ? Muchas veces el error en el cuidado de la salud mental reside en deducir lo que el otro siente, “está enojado porque tiene tarea”, “está celoso porque nació su hermanito”, “se puso borracho porque extraña a la exnovia”, por empatía podemos deducir lo que el otro siente y varias veces estaríamos en lo cierto, pero, y ¿cuándo no es correcta nuestra interpretación?
Hablar de las emociones resultaría positivo porque se expondría lo que se siente, lo que se piensa y el cómo se entiende el mundo, y a partir de ahí iniciar la conversación entre hijos, padres, esposos o nietos, educándose y educando en el tema de la salud mental.
El discurso que escuchamos varias veces como psicólogos, nos lleva a descubrir que hay pacientes que no saben hablar de sus emociones, que se les adjudicaron sentimientos que en realidad no tenían, personas presionadas por secretos familiares y por una imposibilidad para hablar de lo que sienten, o peor aún de conectar el discurso con la emoción, personas que cuentan historias verdaderamente tristes pero sin lágrima alguna en su rostro, y viceversa, pacientes con momentos muy alegres pero padeciendo y culpándose de poderlos disfrutar. Todo esto en el ambiente familiar en cierta forma se fue normalizando, y es lo que con el tiempo fue afectando la salud mental.
Hablar sobre las emociones dentro de la familia facilitaría cuando alguien acude al psicólogo el hablar de un tema que en familia ya ha sido hablando, convirtiendo así el espacio de la terapia en un espacio que no genere ansiedad ante la situación de exponer lo que nunca se habla en casa. Quizá de ahí venga la broma a esta pregunta: ¿y cómo le hace sentir eso?, convirtiéndola así en una tontería de pregunta y no en un cuestionamiento sobre el por qué nadie me lo había preguntado en casa.
La comparación no es del todo exacta, pero es similar a cuando preguntamos por cuestiones físicas: ¿por qué te duele la cabeza?, ¿comiste?, ¿en dónde te duele?, ¿desde cuándo?, ¿será que tienes migraña?… y que es menos agresivo que decir solamente: te duele la cabeza porque tuviste mucho trabajo. (Insisto, pudiera ser acertado, pero y ¿cuándo no lo es?).
Empieza por preguntarte cómo te sientes y de igual manera pregunta en familia cómo se sienten.
Compartan, comparte, no es fácil escuchar emociones pero se puede aprender y así educarnos sobre la salud mental.