El palacio de virtudes públicas.

Hace muchos años, cuando las nubes eran de azúcar y las aves podían volar bajo el mar, existían dos pequeñas hormigas, hermanas gemelas, de patas coloradas y antenas moradas. Iban siempre juntas, platicando con quien encontraran a su paso, lanzando cuestiones sobre la vida diaria.  Lora y Leila Ithiki eran conocidas por sus constantes cuestionamientos, al final de la jornada laboral se disponían a sus diálogos públicos en las afueras del hormiguero. Lora siempre de pie, firme y limpia, con anteojos de armazón dorado, dedicada a las leyes en el gobierno del hormiguero. Leila, en cambio, conocida por su sensibilidad y cercanía con toda la comunidad, siempre responsable y considerada una hormiga con calidad moral que siempre buscaba el bienestar para todos.

Lora promovía su creencia sobre como todas las hormigas deberían de seguir las reglas que la Reina Hormiga les indicaba, así como el respeto a las demás especies según el tratado del Valle Camps, además de considerar que solo así podrían llevar a cabo sus labores en la comunidad. Leila, por su lado, consideraba que,aunque las reglas de la reina Hormiga eran importantes para poder vivir en calma en el hormiguero, deberían de educarse desde el respeto de las propias creencias, confiando en la buena educación que venían heredado de generación tras generación. Lora y Leila, siempre buscaban en sus tiempos libres, platicar debajo de un cerezo de flores color turquesa, invitaban a las más pequeñas para dialogar y reflexionar sobre temas diversos.

Dos días antes de que llegara el invierno, las hermanas Ithikidialogaban una vez más frente a la comunidad. Leila preguntó,frente a un grupo de hormigas pequeñas, a Lora: qué era la felicidad. Las hormigas pequeñas sorprendidas por la preguntavoltearon a ver a Lora quien de inmediato respondió que la felicidad era lo que cada uno buscara sin violar las reglas de la comunidad, porque lo importante era seguir sus lineamientos. Leila, sonriendo, volteó a ver a una pequeña hormiga preguntándole si creía que sería feliz siguiendo lo que la comunidad regulaba, a lo que la hormiga contestó que en ocasiones soñaba con salir del hormiguero para aprender a volar, conocer lo que escuchaba sus amigos cangrejos llamaban el mar,y disfrutar una vida que aún sin saber cómo sería, le parecía divertida. Lora replicó, recordando que las hormigas pertenecen a un hormiguero y que todas están ahí para ayudarse en comunidad.

A la llegada del invierno, las hormigas, comenzaron a disfrutar del festín que habían venido preparando durante arduos meses de trabajo. Las hormigas pasaban en fila a tomar sus alimentos y después se retiraban a sus cálidas cuevas a degustar el platillo. Leila seguía pensando sobre la respuesta de la pequeña hormiga que deseaba volar, por qué tenía ese deseo que no hacía mal a nadie, acaso no podría llevarse a cabo, y ¿por qué compartía esa misma ilusión? A tan solo cinco días de iniciado el crudo invierno, un estruendo sacudió a la comunidad, las cuevas se desmoronaban, la luz del sol entraba de forma precipitada, todo se movía de forma descontrolada. La construcción de un túnel daba paso a excavaciones que con pala fueron destruyendo el hormiguero. Las hormigas salieron corriendo, todas en fila, preocupadas, mientras las hermanas Ithiki apresuradas ayudabana las más pequeñas hormigas.

Una de las pequeñas hormigas, de nombre Dikeosini, preguntaba a Lora; ¿qué está pasando? a lo que respond, que injustamente habían destruido su hormiguero. Lora estaba molesta y deseaba emprender un juicio legal en contra de los topos, quienes una vez más de forma arbitraria había destruido su comunidad. “Se nos tiene que hacer justicia”, mencionaba Lora. Leila, por su lado, pensaba que más a allá de buscar esa ruta legal, deberían de encontrar una manera para sobrevivir en el crudo invierno, pero no se le ocurría nada. Lora eligió un grupo de hormigas, con reputación en relaciones diplomáticas para emprender camino hacia la corte legal. Leila, se quedó con la comunidad, sin saber qué decir. Las hormigas, comenzaron a caminar en fila, como solían hacerlo bajo los rayos del sol en la temporada del verano. Pero las más viejas se cansaban al caminar y algunas otras del frio no dejaban de temblar. Las hormigas jóvenes solidariamente comenzaron a ayudar a las más grandes, con hojas secas comenzaron a crear pequeñas casas para acampar, mientras que otras las cargaban y las calentaban con su propio calor.

Mientras todas solidariamente se ayudaban, y buscaban el calor para todas, aquella pequeña hormiga que soñaba con volar alzó su vista al cielo, pues llamando su atención, una parvada de patos salvajes migraban a un cálido lago en el sur, fijó su mirada en las alas y se fue a dormir aquella terrible noche.

A la mañana siguiente, la temperatura seguía bajando. Las hormigas pequeñas seguían buscando hojas secas para arropar a las hormigas mayores. Leila, al ver la solidaridad de las hormigas, sintió alegría y sus ojos brillaron de emoción. Al paso de dos días, aquella pequeña hormiga que soñaba con volar, ideó el cuerpo de un ave, con varas y tela de araña creó un par de alas, pero suliviano peso y el aire le impedía controlar la maniobra para intentar volar. Las hormigas grandes, pensaron que si lograba volar, las pequeñas en grupo quizá se lograrían salvar. Así que,desde las casas de campaña, con su experiencia, comenzaron a asesorar el proyecto. Leila, colaborando con las pequeñas, sentía una vez más alegría por la nueva misión que en grupo emprendían.

El fin de semana llegó, y un ave de Troya estaba finalizada, con cupo suficiente para todas las hormigas, para volar a tierras más calidas. Las hormigas mayores, hambrientas y cansadas por el frío, solo deseaban que las pequeñas hormigas se lograran salvar, pero las pequeñas hormigas no deseaban que las grandes, que había aportado las ideas para la elaboración de ave, no fueran con ellas, pues por el trabajo en solidaridad, era justo que todas se pudieran salvar.

Emprendieron el vuelo y tras largas horas de viaje, el palacio finalmente a lo lejos se lograba observar. Un castillo de arena, en donde cangrejos esperaban ansiosas la llegada del ave de Troya. A la llegada, la arena dorada y los rayos de sol se convirtieron en el nuevo festín para las hormigas, quienes unidas habíanencontrado experimentado la solidaridad. Años después Leila y Lora disfrutaban contar esta aventura para fortalecer la buena educación a las nuevas generaciones, pues la historia hablaba de las virtudes que todas mostraron, además del aprendizaje que les había traído la solidaridad.

La Felicidad gracias a sus virtudes públicas.

Jorge Enrique Domínguez Ríos. 2021 

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