Contratransferencia

 

“Nos hemos visto llevados a prestar atención a la contratransferencia

que se instala en el médico por el influjo que el paciente

ejerce sobre su sentir inconsciente,

y no estamos lejos de exigirle que la discierna

dentro de sí y la domine”

(Freud, 1910)

 

  1. El concepto de contratransferencia:

 

Laplanche y Pontalis (1993) definen contratransferencia como el “Conjunto de las reacciones inconscientes del analista frente a la persona del analizado y, especialmente, frente a la transferencia de éste” (pág. 84).

Es común que se entienda por contratransferencia a aquellos sentimientos que se despiertan en el analista ante el paciente; así pues, cuando al psicoterapeuta psicoanalítico se le pregunta, cuál es la contratransferencia en determinado caso, es común escuchar respuestas que se asocian con enojo, aburrimiento, cansancio, angustia, confusión, etc. Pero ¿qué es lo que lleva a que se despierten determinados afectos en el analista? ¿Por qué de una gama de afectos, se despiertan unos en específico y con determinado paciente?

Ya es un gran paso que el analista esté al tanto del sentir que le provoca el paciente, registrar los afectos que se van despertando a partir de la comunicación verbal y no verbal. Conforme avanzamos en el estudio de la técnica Psicoanalítica y aumenta nuestra experiencia clínica, nos  damos cuenta que no es solo detectar ese afecto, es ése un primer paso, al que luego seguirá el preguntarnos qué de lo que hace o dice el paciente despierta los propios conflictos inconscientes llevándonos a que se despierte tal afecto, como no poner atención en el tema, “a no entrarle” desviando el discurso, olvidando la regla básica de la asociación libre y de la atención libremente flotante, esto como defensa ante los propios conflictos, convirtiéndose así la contratransferencia en un obstáculo.

Así pues una propuesta breve de definir  la contratransferencia es:

Contratransferencia: respuesta que tiene el analista ante la Transferencia del paciente; en donde ésta, la contratransferencia, a su vez permite entender, interpretar y diagnosticar al paciente.

  1. La contratransferencia y su papel en el tratamiento:

Analizar la contratransferencia, cuando nos estamos iniciando en la práctica clínica, resulta complicado, pero no por ello imposible. La contratransferencia puede convertirse en una herramienta útil para el tratamiento, ya que entendiendo sus bases inconscientes, puede favorecer en avances al tratamiento. Una vez que ponemos atención a lo que nos hace “sentir” el paciente, debemos ir más allá, es decir, buscar lo latente, qué de nuestro mismo inconsciente emerge y busca expresarse a partir de la relación con el paciente. Se pide al analista que tenga una actitud abstinente, para lo cual Freud recomendaba el autoanálisis, o que en nuestro caso sería acudir a un proceso de psicoterapia psicoanalítica, el cual nos permitirá entender los propios conflictos inconscientes y poderlos descifrar al estar con el paciente, para que al aparecer temas difíciles  de la propia historia no nos lleven a evadir el tema.

La contratransferencia sirve de guía al terapeuta en el tratamiento, nunca se revelan al paciente las propias reacciones, sino refiriendo de éstas cuáles son los propósitos ocultos de la conducta del paciente. Algo que se presenta al trabajar con personalidades narcisistas, por ejemplo, son reacciones en donde lo que opera es una desvalorización del paciente al terapeuta, tal es el caso de Isabel, presentado por la compañera Emma Pérez, en el cual se ve como la paciente devalúa por su omnipotencia, y que según expresiones de Emma, era lo que le molestaba de esa paciente, si entendemos que son mecanismos propios de las personalidades narcisistas, no caeremos en las actuaciones contratransferenciales, aunque también debe considerarse para estos casos que si como analista no tenemos resueltos nuestros conflictos narcisistas, ante la idealización del paciente se experimentará rechazo o aceptación en exceso, si se da la aceptación conllevaría la pérdida de la neutralidad, al igual el experimentar rechazo puede deberse a que esa idealización no es real y tiene elementos de control, una vez que se identifica como parte de los mecanismos de defensa del paciente tanto la idealización primitiva como el control omnipotente deben ser interpretadas, para que el paciente comprenda su necesidad de desvalorizar para defenderse de la envidia, y en el caso de Isabel ubicar la forma en la que se vincula; esto mismo debe considerarse con los adolescentes por los movimientos narcisista que los caracterizan.

Cuando la contratransferencia no es entendida, se hacen intervenciones que nada tienen que ver con el paciente, a lo que se les llama actuaciones contratransferenciales, con las cuales, se está lejos de entender al paciente. No se trata entonces de que el analista sea un humano frío sin sentimientos. Hay dos personas que se encuentran, paciente y analista, en los dos se despertarán emociones,  solo que el analista ubica y evita que interfieran en el tratamiento, empleándolos a favor de éste. Kernberg (1979) refiere que la contratransferencia puede ser utilizada como un instrumento diagnóstico. Por ejemplo, cuando uno, como terapeuta,  detecta lo que le hacen sentir los neuróticos obsesivos, pude volverse esa “sensación” o afecto en un indicador para el diagnostico, que será solo cuestión de corroborar.

Etchegoyen (1986) al referirse a  Racker, menciona que la contratransferencia, se clasifica en concordante y complementaria.

“en la contratransferencia concordante el analista identifica su yo con el yo del analizado, y lo mismo para las otras partes de la personalidad, ello y superyó. En otros casos, el yo del analista se identifica con los objetos internos del analizado, y a este tipo de fenómenos Racker le llama contratransferencia complementaria…” (pág. 299).

  1. Contratransferencia en el caso Thomas:

Elegir el tema de la contratransferencia para este ensayo no fue azaroso, ya que cuando se revisó este caso en el salón de clases, en varios puntos de la historia del paciente, identificaba algunas cosas con mi propia historia e inclusive en ocasiones, al revisar el caso aparecían asociaciones propias, lo cual complicaba el entendimiento de qué sucedía a Thomas. Una vez elegido el tema para este trabajo, comenzarlo parecía en realidad una resistencia, pues tener que hablar de mí en relación al paciente se volvía “confuso” y complicado, pues había que analizar qué en mí estaba despertándose, y además había que exhibirse.

Iniciaré por hacer un análisis de mi contratransferencia a partir de la historia Clínica. De la demanda manifiesta de tratamiento de Thomas (si olvidar que llama la madre y lo lleva la hermana), lo que más llama mi atención son los problemas con el padre, que, como luego se especificará en la Historia clínica y sesiones, es parte importante para el entendimiento de el caso, sin embargo ubico mis propias dificultades con la figura paterna, conflictos que gracias a el propio análisis han podido irse esclareciendo, por lo que si fuera mi paciente tendría que estar pendiente de ubicar qué es mío, para no caer en suposiciones que no me permitieran escuchar al paciente. Cuando Thomas describe a su padre como “un hombre arrogante e imponente, imposible de complacer”, sentía estar, en cierta forma, en una situación parecida a la de Thomas; inclusive al releer la historia, resulta curioso que solo fuera eso lo que llamara mi atención de la descripción de el padre de Thomas, pues hay muchos otros puntos importantes que no  había considerado, si esto sucede al leer una historia clínica, veríamos como esto es parecido a lo que pasa al estar ya con el paciente, en donde la atención “libremente” flotante parece no ser tan libre. También es importante señalar que conforme se va teniendo mayor experiencia clínica se vuelve más sencillo identificar estas reacciones, e inclusive se convierten en un instrumento diagnóstico, por ejemplo: Thomas llega hablando de “estar deprimido, sin ganas de hacer nada, perdiendo años en la escuela, y con sentimientos de caerles mal a todos” este discurso, no solo en este paciente, sino en muchos otros, aunándole esa necesidad de ser “cargados por la vida”, provocan en mi una molestia muy peculiar, es enfado y un deseo como de “cachetear” al paciente para que reaccione, en otros casos, me descubría actuando este deseo agresivo con intervenciones que para el paciente resultaban dolorosas, por lo que es algo que me sirve para diagnosticarlo en un primer momento, pero siempre tomándolo en cuenta para no actuarlo, entones, esta reacción tiene que ver con la tendencia pasivo-agresiva en este tipo de pacientes y sus rasgos dependientes.

Otra parte de la historia de Thomas, que mueve mis propios conflictos, es cuando habla de la secundaria, que en realidad hablaríamos de la etapa de la adolescencia, ya que señala no relacionarse con sus compañeros, lo cual reactiva mis propios conflictos en esta etapa, caracterizada por el aislamiento social, lo cual supongo me permitiría desde la contratransferencia concordante empatizar con el paciente, es decir ser capaz de ponerme “en sus zapatos”, entender lo difícil que pudo ser para él, además de que al tener el conocimiento teórico sobre lo que caracteriza a esta etapa me permitiría comprender qué sucedía al paciente; siempre tratando de evitar que la contratransferencia me impida entender al paciente, pues es común que se busque entender los propios conflictos, queda claro que todo esto a un nivel inconsciente.

En ocasiones, uno llega a sentir con los pacientes, que por alguna razón “extraña”, resulta muy complicado entender qué es lo que les sucede, no siempre es culpa de la contratransferencia, ya que también debemos tomar en cuenta que hay casos en los que la psicopatología aún no ha quedado clara; pero cuándo sí es la contratransferencia y los temas en algún paciente resultan incómodos, y es imposible conectarse (hacer clic) con el paciente, eso se vuelve material-tema de análisis, lo cuál es algo muy “padre” ya que no se revisa qué pasa al paciente, sino qué me sucede a mi, en relación a ese paciente, y entonces es cuando puedo ver como mi propia historia no me permite ver claramente al paciente; es como si entre el paciente y yo hubiera un cristal, un cristal que yo ensucié, y llené de recortes e imágenes, pero que me pertenecen a mi y que yo fui quien decidí poner ahí. Ya después de haber revisado, esas “extrañas” reacciones con determinado paciente, ese cristal poco a poco vuelve a ser transparente. Nosotros como terapeutas, nunca dejamos de sentir, pero si ubicamos lo que sentimos y sabemos a qué se debe, podremos darle un significado, seguir siendo “neutrales” y utilizándolo a nuestro favor y sobre todo a favor de el paciente, evitando actuaciones contratransferenciales, entonces pues después de revisar qué ha pasado conmigo y por qué las dificultades con tal paciente, poco a poco resulta más fácil entenderle, y entonces es como si se estuviera una plaza de toros, en el ruedo, al mismo tiempo que desde las gradas (el yo observador) podemos ver que es lo que nos pasa en relación a el paciente. Debe reconocerse que aún y con un tratamiento analítico de varios años, debe aceptarse que siempre se debe de esta al tanto de la contratransferencia.

Uno de los momentos en el que es común observar lo difícil que es no actuar la contratransferencia, es ante los silencios. En mi propia experiencia, recuerdo lo complicado que era observar, y en ocasiones aún lo es, como el paciente se angustia ante el silencio, por lo que era yo quien lo rompía, con intervenciones que en nada venían al caso, y que eran asociaciones propias; como una necesidad de calmar esa ansiedad por el temor a que se desborde la propia angustia, y a la vez la del paciente y temor a no poderla controlar.

Con pacientes dependientes me he descubierto gratificándoles dándoles más tiempo de la sesión, aceptando la dependencia, pero por lo regular violando el encuadre (que por cierto es ponerse al favor de la resistencia si no se trabaja). Entonces, por ejemplo, en el caso de Thomas, yo veo a un paciente que le “gusta” que lo vayan “cargando” por la vida, por lo que hay que estar al tanto de eso, y cuando lo sienta o vea señalarlo o interpretarlo de cómo el paciente demanda eso, primero haciéndoselo ver para corroborar que no es algo propio, ya que si no se identifica se puede caer en dar consejos,  haciendo así que Thomas siga sin hacerse responsable de si mismo.

De igual forma, estar al tanto de esta parte dependiente, y no confundirlo con alianza sino como una repetición de sus relaciones, y desde ahí entonces ubicar el sentimiento e interpretarlo, se me ocurre de la siguiente forma:

“Es curioso como siempre pides que te lleven por la vida, y parece que buscas lo mismo aquí, siempre preguntando “qué hago”, en lugar de responsabilizarte.”

Por otro lado, regresando a lo de mi propia relación con la figura paterna, al leer las sesiones pensaba “no, Thomas, no puedes enfrentarte así al padre”, por lo que yo pensaba que no era lo correcto que el paciente tuviera esos arranques hacia el padre, arranques violentos y entonces se me ocurrían intervenciones como: “por qué no te alejas”, “por qué no lo evitas”, “por qué mejor solo lo escuchas”, lo cual no estaría ayudando a entender al paciente, ya que como después se vio, en la supervisión, en realidad le aterran los impulsos agresivos por ser como el padre, por cuestiones de indiferenciación con la imagen que tiene del padre, por lo que la agresión busca otras formas de expresión, y entonces para lastimar al padre tiene el que sabotearse y lastimarse.

Ahora bien, supongamos que Thomas es paciente mío, a partir de la sesión del 11 de octubre de 2007, en donde agregaré cosas de la sesión real y cosas que creo podría llegar a contestar el paciente (a lo que, claro, ya debe considerarse contratransferencial):

Llega Thomas platicando que llevó el carro de Eloísa con el mecánico, con el que él lleva su carro, y ahí estaba su padre y el mecánico le pide que lo salude “… pues le tuve que ir a saludar a mi papá porque se me hizo feo no hacerlo, y pues ahí voy con Eloísa a saludarlo; empieza: -hola cómo están jóvenes- y le contestamos que bien, y luego nos pregunta que si llevé mi carro al servicio, y le dije que no, que era al de Eloísa, y que empieza: -y qué carro es, cuántos litros de gasolina gasta por cada 15 km- y cosas por el estilo, que Eloísa ni entendía ni le interesaba…” y después le pide se encargue de la casa de las colinas “… para que riegues los arbolitos, y yo le contesté que estaba bien, que nada más me llamara cuando ya se fuera a ir” y después el padre comienza a pedirle otros favores haciéndose, según palabras de Thomas, el chistosito lo cuál comenzó a molestar a Thomas.

Terapeuta ( T ): Oye Thomas, pero, a ver, no me queda claro, qué fue lo que te molestó.

Paciente ( P ): no, pues, la actitud, que comenzara a burlarse…, que si ya me iba a crecer la pelona, y más que nada que ahí estaba Eloísa, “siempre me lo encuentro cuando menos quiero, cuando menos necesito verlo…” “como a Eloísa ya le había platicado mucho de él, pues ya hasta le cae mal. Y cuando estaba mi papá platicando con ella, ella le hacía mala cara; y cuando se dio cuenta que yo me estaba enojando y que me abrazó, lo hizo para que me tranquilizara”.

T: a ver, espera, sí, por lo que me has contado de tu papá, el a sido agresivo contigo, pero me da la impresión que en esta ocasión a las palabras de tu padre les diste la connotación de “me está agrediendo”.

P: No, pues, es que igual y ya estoy muy a la defensiva, pero es que siempre ha sido así. No se, es que yo comencé a sentirme “chiquitito, chiquitito, como si me estuviera reduciendo a nada, escurriendo. Y es que mi papá provoca eso en mí. Quisiera deshacerme de su sombra y de su peso, pero no puedo. Nunca desperdicia la oportunidad para hacerme sentir mal; y no entiendo por qué”

T: creo que se ha vuelto una sombra porque tú ahí lo has puesto.

P: pues si, pero para qué.

T: tú para qué crees

P: No lo se, igual y porque siempre me ha hecho daño.

T: me da la impresión de que Thomas, no se ha dado cuenta que esa sombra no es otra cosa, más que tú mismo proyectado según de donde venga el rayo de luz. Y que te sometes a esa sombra, y lo único que queda claro es que siempre te auto-saboteas, esa sombra te opaca y tú no haces nada para dejar de cumplir eso…

P: …

Esta breve viñeta, permite ver como, yo supongo lo que contestará el paciente, quizá algunas partes plagadas de la propia historia, pero también, esto es parte de lo que pasa al estar con paciente, debemos de tener presente hacia donde va el paciente, ir algunos pasos adelante, seguirlo e irle guiando. Yo supongo que esto ayudaría a Thomas a ver que la representación que tiene del padre es algo que él ha creado, que hace falta integrar algunas partes de éste y que esa representación que tiene de el objeto lo lleva a creer que siempre el padre lo está queriendo dañar, y al no diferenciarse él del padre (a fin de cuentas lo describe como una sombra y las sombras son el reflejo de uno mismo) entonces él se lastima, porque si él no sobre sale y está en la oscuridad, la sombra tampoco lo hace, y que coloquialmente y dependiendo de la alianza podría decírsele también, algo así como: “es una forma de “joder” al padre, dándote tú en la “madre”.

Quizá una de las dificultades para el trabajo de la contratransferencia es que para trabajarla y resolverla debe de sacarse a la luz, lo que para algunos pudiera representar el que se den a conocer los conflictos internos, pero a la vez eso, el abrirse a la comprensión de la contratransferencia es lo que nos  permitirá conocer mejor de su manejo, evitar que se vuelva un obstáculo y ponerla al servicio del tratamiento.

 

 

Para conocer la bibliografía, contactar por este medio.

Jorge

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